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Plantas maestras, terapias integradoras y tradiciones ancestrales

Rescatando los conocimientos y saberes ancestrales con el uso de las medicinas sagradas, en un intento de mejorar nuestra calidad de vida.

Advertencia

Quiero advertir a quien decida acompañar su trabajo con la medicina, que este es un trabajo para valientes, para los que realmente desean sanar y no solo como individuos, sanar como sistema, como colectivo, para los que están decididos a tomar riesgos, a confrontarse consigo mismos, con sus temores, culpas, anhelos, dichas y desdichas. 

Este trabajo es  para aquellos que en su caminar por la vida, han experimentado alguna vez las inevitables contrariedades y reveces de la vida; para los que han  sentido el amor y el desamor, la alegría y la tristeza; para los que se han permitido cometer errores,  equivocarse,  sentirse culpables y sobre todo, ser menos buenos de lo que hubieran deseado. 

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Ojalá este trabajo siembre semillas de amor y felicidad. Si así fuere, y si unas pocas enraizaran y llegaran a florecer (¡espero que justamente en ti!), habría valido la pena.

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Ancestrina

La decisión de crear Ancestrina, (El rapé, yo y Ancestrina) surge de este camino emprendido al recorrer mi historia personal, así de esta búsqueda de cambio y transformación que inicie hace algunos años y que reconozco en otras personas, me gusta pensar que somos la generación que decidió llevarle la contraria al sistema y decidimos cambiarlo, cada uno aportando desde su propia búsqueda personal con esta vocecita interna que me dice que si me curo yo sanamos todos.

Si voy a contar algo de mi se que debo hacerlo con toda honestidad. Por eso debo reconocer que nunca me considere una persona espiritual. Tuve una infancia muy dura donde la vida para mí se convirtió en una guerra constante, en la que sentía que el mundo estaba en mi contra y todo lo percibía como un ataque,  donde la única forma de salir victorioso era mostrarme fuerte y agresivo, sentía que por más duro que me golpeara yo podría soportarlo y siempre podría devolver el golpe.

Tuve suerte, creía que para sentirme vivo debía exponerme a situaciones extremas. Hasta que un día toqué fondo. Sentía que no tenia un rumbo, que debía demostrar y demostrarme que mi lugar en el mundo estaba justificado. Tenia muchos complejos, inseguridades, carencias y frustraciones. Había alcanzado lo que siempre pensé que deseaba y aun así me sentía sin rumbo. hasta que caí en una profunda crisis. 

Llevado por el sufrimiento y el sentimiento de vacío interno, inicie mi búsqueda para ver si podía dar sentido a mi vida, resolver, mis conflictos y por que no, llenar ese vacío.  Fue ahí que decidí salirme del camino trazado por otros, empezando a buscar mi propio camino, mi forma de pensar y de vivir. 

La búsqueda de mi

Tras romper con mi paradigma, el viajar por el mundo haciendo talleres, formaciones, la literatura y la medicina ancestral se convirtieron en mis nuevos amigos. Pasé años, leyendo a maestros como Osho o Mooji.

Estudiando a psicólogos como Fromm, Jung o Naranjo. Terapeutas como Joan Garriga, Alain Vigneu, Jodorowsky, Albert Rams entre muchos otros, clásicos como Orwell o Hesse.

Absorbiendo lo que más podía de filosofías como el Sufismo, el Advaita el Tantra o la cábala.

Me forme en constelaciones familiares, gestalt integrativa, tantra, clown terapeutico, entre otras. 

Ya en mi juventud había tenido acercamiento a las medicinas sagradas, pero fue hasta este momento en que comprendí la diferencia entre buscar el evento y realmente hacer proceso. Me reencontré con ellas desde un lugar diferente, más maduro, ya listo para recibir todo el amor que la madre tierra a través de sus medicinas podían brindarme, y como las ceremonias potencializaban el proceso personal que por mi parte estaba haciendo.

Observando lo que me pasaba por dentro entendí el deseo de servir de puente a la medicina, de demostrar mi gratitud hacia ella haciendo posible que más personas se dieran cuenta de su existencia, hablando claro y sin tapujos, dando cara y confrontando tantos tabúes que las personas tienen, aclarando dudas y sobre todo compartiendo mi experiencia a quienes quieran acercarse a ellas y tengan dudas.

Mis experiencias me habían servido para entender que la finalidad de la vida no consiste en cambiar el mundo, sino en sanarnos nosotros, con la plena certeza de que si me curo yo sanamos todos.

Descubriendo mi propósito

Ya cansado de trabajar incansablemente con el único objetivo de conseguir dinero, donde nunca estaba en casa y me estaba perdiendo ver crecer a mis hijos; entré en una especie de crisis, lo que algunos llaman la noche oscura del alma, en donde toqué fondo y emprendí la búsqueda de mí, fue entonces cuando dejé de existir y empecé a vivir.

(Como interviene el rapé en mi vida diaria)

Por fin había visto algo que me apasionaba, que me permitía devolver lo recibido, el servir de puente, de compartir el conocimiento adquirido acerca de las medicinas sagradas y en especial del Rapé, esta maravillosa herramienta, para que otros buscadores, que como yo, aprendieran a estar a gusto con la vida, con sigo mismos, a ser felices y encontraran su lugar. Fue ahí que decidimos crear Ancestrina,  una marca con sentido, al servicio de los demás.

Al observar en mi el impacto tan profundo, tan positivo, tan palpable,  que el trabajo con las medicinas estaba teniendo en mi vida, comencé a compartir lo que estaba aprendiendo con todo aquél quisiera escucharme.

Lo tomamos tan en serio que a día de hoy ya llevamos más de 3000 pedidos entregados, habiendo compartido esta herramienta con más de 1000 personas en diferentes países. Hemos podido atestiguar, recibiendo los mensajes de gratitud, de como la medicina ha hecho posible el cambio, proporcionando las herramientas para vivir la vida en plenitud.

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La muerte apoya la vida, la tristeza sostiene a la dicha y la complementa, mientras que la vejez es el retrato futuro en el que se enmarca la juventud.

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La felicidad que tanto deseamos

Nos pasamos la vida buscando encontrar la felicidad, queremos llegar al paraíso, a ese lugar mágico y maravilloso donde según nuestra imaginación, todo es perfecto y nada malo ocurre.

Si lo pensamos bien, es en extremo infantil e iluso pensar que el verdadero paraíso excluye el lado desafortunado y doloroso de la vida.  No es más que una ilusión inocente pensar que la enfermedad, la muerte, el fracaso y otros hechos dolorosos deban desaparecer del fluir de la vida para que sea plena. Es más, ¿no serán precisamente estos hechos penosos los que conceden a la vida un sentido?

La grandeza humana, la verdadera compasión no provienen de “ser” buenos o lo que llamamos “luz”, sino de sabernos malos e imperfectos, de conocer y aceptar nuestra “sombra” y amarnos y amar con ello. Es a través de lo imperfecto, de lo torpes emocionalmente, como nos igualamos con los demás.

No podemos elegir,  decir quiero la juventud, pero no la vejez, quiero la salud, pero no la enfermedad, quiero la vida, pero no la muerte, quiero el éxito, pero no el fracaso. No es posible y aunque lo fuera, no se trata de eso. Se trata de tomar entera la vida con todos sus matices, pues los hechos se dan en igual medida en todas las direcciones: nacemos igual que morimos, en un tránsito imparable donde la creación precede y sigue a la destrucción.

Muerte, fracaso, dolor, hambre o tristeza no son más que experiencias en nada diferentes de otras como vida, valentía, ternura, amor o alegría, pero al no poder ser pensadas son únicamente vividas. Este es el paraíso: vivir la vida en lugar de pensarla, sumergirse en ella en lugar de conceptualizarla, entregarse a su flujo en lugar de tratar de detenerla.

(El rapé cambia vidas)

Cuando observamos el fluir constante de la vida con objetividad, sin juzgamientos, los requerimientos del Alma para lograr su mayor objetivo, la tan anhelada paz interior, son simples:

  • Aceptar y amar la realidad, el presente tal como se presenta, aun cuando no nos llegue su mejor cara.
  • Amarnos y aceptarnos como somos, con compasión, siendo auténticos, dejando de pretender ser otros, respetando los diferentes aspectos de nuestro carácter y los personajes que emergen según cambian los contextos, respetando, amando y aceptando nuestro cuerpo, único y perfecto, respetando nuestros sentimientos, creados para ser sentidos y vividos, para permitirles ser y desaparecer, para dejarlos fluir.
  • Amar a todos nuestros compañeros humanos, pero en especial a los que nos conciernen de cerca: aquellos que forman parte de nuestra Alma Familiar y que constituyen nuestro universo de lazos interpersonales y afectivos.

Se sabe que el bienestar no depende tanto de los hechos en sí mismos como de una actitud. Ya lo decía Epicteto: “No son los hechos los que nos inquietan, si no nuestras opiniones y vivencias de los mismos”. La clave está en nuestra manera de vivir la realidad, en tratar de no complicarla con problemas que son fruto de nuestras interpretaciones y no de los hechos en sí mismos. Los problemas vienen de nuestro talento para complicar la simplicidad de los hechos, de nuestra dificultad para aceptarlos y tomarlos tal como son, aprovechándolos de ese modo.

Detrás o al lado de cualquier problema grave, se presente como se presente, siempre podríamos seguir la huella de a que o a quien estamos rechazando, a que o a quien no podemos dar un buen lugar en nuestro corazón, a que o a quien no conseguimos apreciar o respetar.

Justo lo que nos hace estrictamente humanos, nuestra capacidad para pensar y reflexionar, nuestra inteligencia, nuestra conciencia del tiempo, también nos condena al sufrimiento, ya que nos aleja de la vida y de su regulación instintiva, natural y espontánea. Y vamos viviendo, en un dialogo continuo entre nuestra voluntad y la voluntad de la vida.

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Los pensamientos son la materia prima de nuestras limitaciones, porque nos seducen con tanta fuerza que los tomamos por realidad y nos alejan de nuestro ser esencial.

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Nos pasamos la vida creando un universo lleno de amores y odios, de temores, de juicios, de luchas y anhelos. Para crear este universo nos valemos de la comparación, la evaluación y el juicio, y lo decoramos con toda la gama de emociones que disponemos: celos, rabia, envidia, miedo, tristeza, pesar, reclamo, exigencia, vergüenza, resentimiento, culpa,  victoria, esperanza… ¿Quién o que crea este universo? Nuestro carácter, nuestro ego, ese que creemos ser.

Como individuos que somos, edificamos una especie de refugio desde donde observamos la vida y todo lo que sucede en ella. Desde allí miramos el mundo y le damos luz o sombra con nuestras ideas, nuestros anhelos, acerca de cómo deben ser las cosas y desde allí, desde nuestro fortín, asegurarnos de que sean como deben ser, y entonces alegrarnos, o sufrir cuando no es así.

Este es un camino maravilloso, el reencontrarnos, el volver a nuestro ser esencial, aprendiendo a amarnos y a amar, a desprendernos de nuestras heridas del pasado, pero no es un camino fácil, es un camino lleno de dolor, de lágrimas y catarsis, eso sí sintiéndonos cada vez mejor, más libres, más auténticos. En mi propio caminar fue que comprendí que no tenemos que hacerlo solos, que si lo queremos, la madre naturaleza en su infinito amor nos brinda incontables herramientas para que no debamos transitarlo solos, son muchas las medicinas que ancestralmente consideramos sagradas, porque nos abren la puerta a conectarnos con el todo, a fundirnos en el uno, a recordarnos. 

Es aquí que encontré esta maravillosa herramienta que llamamos Rapé, su trabajo es muy sutil, donde no tenemos que vivir experiencias de fragmentación, es algo que podemos manejar en solitario, que podemos trabajar con nuestra propia energía, con nuestro propio anhelo de salir del lugar donde nos encontremos, que nos provee de nuestra propia fuerza para levantarnos, para recorrer nuestra historia liberándonos del dolor y el sufrimiento que llevamos enquistado desde nuestra infancia.

Aquí vendrían los desprendimientos, las perdidas, la liberación del peso de la mochila, las despedidas y los adioses. Porque al final todo aquello que tenemos lo perdemos, todo aquello que creemos ser se desvanece.

Quiero trabajar de la mano del rapé

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